jueves, 16 de noviembre de 2006
Aires de Noviembre
La ventana es mi ventana. Golpea el aire, asusta el barrio. Suenan bocinas que trepan hasta el séptimo y el frenar del bondi (ese seguro pasajero impaciente). Hay oraciones revueltas entre los gritos, y el frenar de otro bondi. Ya no miro a través de la ventana, la veo a ella. Me veo. La barba que asoma sin pudor y los ojos que se ven proyectados proyectando el anoche y su té de lágrimas por las risas en casa de Paulie.
-Dale, costura!- gritan allá afuera, y es volver al piso siete de la nuca contra el suelo, del seco olor a realidad fermentada. Y seguir a las agujas y descifrarlas: las cuatro de la tarde de un jueves perdido en el almanaque y su arrocito con arvejas.
El gato que sigue paseándose en una peatonal de sábanas y alfombra y piso de parqué, un mundo acotado en el séptimo. Y el ascensor que nunca lo llevó destino al crudo asfalto y sus bondis y sus frenos de aire.
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No me malpegues, Saires. Olvidate de enamorarme a paso de asfalto y ladrillo y voluptuosas caderas voluptas. Cansate de reclamarme a tus pocos astros, a tu luna resentida por los humos salvajes de esos lunáticos en traje de baño. No soy tuyo, querida. No te engañes.
Omnímodo el ordenador que ahora recibe estos proyectiles de tinta. Tecnología de lo diminuto que presenció ese diálogo de sincerarse con ella y descubrirla ilusa. Feliz el párpado de la pantalla.
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1 comentario:
Tan soberbia como irresistible, pero no pudo la muy zorra, los subestimó. Se olvidó de las montañas.
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