lunes, 25 de junio de 2007

encarando la historia, ellas

Hay dos personajes nefastos detrás de este bló',
y ambos dos aman y odian a las mujeres con euforia de malparidospoetas... Esta confesión barata nada tiene que ver con el iutú que van a ver ahora si le dan un pinchazo de mouse arriba... pero bueh che estequeee quería contárselos... je

sábado, 23 de junio de 2007

Pequeñísimo

Te miro

No sé qué decirte

Pero te miro eh

Y cuando te hablo las palabras me salen tartamudas inseguras estúpidas

Pero qué bien te miro

Qué talento

viernes, 15 de junio de 2007

...de fiuta!

Siguiendo una movida gallega (los locos de feevy, acá a la derecha el blogroll que posibilitan ellos), me voy topando con este tipo de cosas, mirennnn:

lunes, 11 de junio de 2007

Operación

Sala del Hospital Pacheco. 22 hs.

Adam: No seamos imprecisos. Habría que empezar por el ojo.

Bufertini: Y, mirá, teniendo en cuenta que es de ahí de donde sale ese líquido verde…

Adam: Exacto, viste. Y después te enojás porque Garibetti anda diciendo que tenés complejo de inferioridad.

Bufertini: Bueno, vos qué decís, lo extraemos o hacemos lo posible por salvarlo.

Adam: Y, mirá. Es el izquierdo. El otro día leí en la Geografía Nacional que el ojo derecho es el más importante. Yo no tendría problemas en sacárselo.

Bufertini: Che, y vos operás en base a una revista?

Adam: No, pero. Se lo sacamos y listo. No se hable más.

Bufertini: Bueno, dale. Pasame el cuchillito.

Adam: ¿Perdón? El paciente 54 es mío, yo estoy a cargo.

Bufertini: ¿Desde cuándo? Acordate, Adam, del 50 al 100 son míos.

Adam: No, hermano, eso cambió la semana pasada. Cómo se nota que no leés los mensajes que deja el director.

Bufertini: Aún así, vos no tenés experiencia en cirugías. Dejámelo a mí.

Entra Osky.

Osky: Doctores, aquí está el informe del departamento.

Adam: Gracias, Osky. Tenés baja la cremallera.

Bufertini: Ahora sos gracioso. Pobre Osky, no te das cuenta que el tipo se esfuerza por caer bien.

Osky: Todavía estoy acá, che.

Adam: Perdón, Osky, es que la verdad…no me caés. No sé cuál es tu problema. Es como que nunca te sentí parte. No vas a las reuniones después del laburo, no participás en los debates, no tenés Internet.

Osky: Le explico, Adam.

Adam: Doctor Adam.

Osky: Doctor Adam. No voy a las reuniones después del trabajo, porque me queda una materia para recibirme y sólo se admiten doctores en el bar al que van. No participo en los debates, porque son los sábados, y los sábados me toca cuidar a mi hija. Y no tengo Internet porque tengo libros.

Bufertini: Ves lo que lográs Adam. El tipo nos tiene que contar cosas que no nos importan. Bueno, gracias, Osky, después traenos un cafecito hermano.

Osky se va.

Adam: Bueno, ¿seguimos con esto?

Bufertini: Yo le abro el ojo, hacé palanca.

Adam: A la cuenta de tres. Uno, dos…

Bufertini: Tres. Qué asco, che. Qué asco.

Adam: Uy, ¿por qué grita?... ¿Le pusiste la anestesia?

Bufertini: De eso te ocupaste vos, me imagino. Acordate que yo estoy a cargo.

Adam: ¿Tas loco vos? No me digás que no se la pusiste… Mirá cómo se retuerce, le debe doler mucho, hagamos algo.

Bufertini: ¿Se la inyectamos ahora? En los libros no dice nada de anestesiar después de operar.

Adam: Má sí, a ver 54, relájese y deje de patalear. Eso es, esto lo va a hacer dormir un rato…

Un minuto después.

Bufertini: Che, no se duerme.

Adam: A ver, dale de vuelta.

Bufertini: No, cómo le voy a dar de vuelta, ya veo que se muere de sobredosis.

Adam: Es anestesia post-operación, de eso no leí nunca nada. Imaginate que inventemos algo.

Bufertini: Bueno, después te ocupás vos de escribir el acta de defunción, eh.

Dos minutos después.

Adam: Ahí está, se durmió.

Bufertini: Che, nunca leímos el informe del Departamento.

Adam: Qué más va a decir. Paciente Cincuenta y cuatro: Extracción inmediata del ojo.

Bufertini: A ver, tal vez recomendaban otra cosa.

Adam: No seas animal, te acordás cómo tenía el ojo.

Bufertini: Sí, pero nunca se sabe. A ver.

Un minuto después.

Bufertini: ¿Che, este es el paciente 54, seguro?

Adam: Sí, quién más.

Bufertini: Porque acá dice apendicitis.

Adam: Cómo que apendicitis. Qué decís.

Bufertini: Así como te digo: apendicitis. Viejo, mirá cómo está de inflamado.

Adam: ¿Y qué hacemos? ¿Se lo sacamos también?

Bufertini: Y qué se yo. Mejor preguntémosle a Osky que siempre tiene buenas soluciones.

Adam: Sí, mejor. Además él todavía está estudiando, tiene los conocimientos frescos…a ver gritale, ¡Osky!

Bufertini: ¡Osky! ¡Osky! ¿ Traerá el cafecito?

Adam: No sé. ¿Tenés fuego?

jueves, 31 de mayo de 2007

2018

En la Sede de la Organización para la Desestupidización Nacional...

Rossen: Tengan todos muy buenas noches, el señor Brafuchetti dará inicio a las conferencias.

Brafuchetti: Estamos aquí reunidos para dar inicio al ambicioso Proceso de Desestupidización Nacional. Luego de numerosos altercados, de las desestabilizaciones naturales que hemos ido sufriendo, los ataques del Gobierno, finalmente, henos aquí, en la primera reunión de este proyecto. Largo ha sido el camino que nos ha reunido hoy a hombres y mujeres, artistas, jóvenes, y ancianos.
Hablamos de desestupidizar, y me pregunto si sabemos qué estamos diciendo. Hablamos de eliminar los factores más críticos que promueven imbecilidad, y henos aquí, como imbéciles, tomando unas copas y comentando nimiedades. Tíldenme de obsesivo y extremista, pero en luchas como estas, los grises no tienen lugar.
Doy inicio así, a esta conferencia, esperando que lo que aquí se diga, deshaga de sus conciencias la invulnerable y pegajosa red de pereza que nos hemos venido tejiendo desde hace un tiempo. Gracias.
Rossen: Muchas gracias, señor Brafuchetti, ahora escucharemos la palabra de la señora Oliguerti. Por favor.
Oliguerti: Buenas noches. Hace 9 años, nuestra sociedad se enteró del inicio del famoso Proceso Deliberado de Estupidización Nacional. En principio, imaginamos una broma. Y sin embargo, el chiste dejó de hacernos reír pronto. Comenzó con la televisión, pues era y es el medio más accesible. Luego, una vez que el grano de la imbecilidad ya estaba sembrado, pasó a los libros, a la música, y, lamentablemente, a las charlas de cafés.
Dolió el cambio. Nos angustió ver a nuestros hijos salivando frente al televisor, a la computadora...y comenzamos a manifestarnos, primero tímidamente, luego con fuerza y sin miedos. Nos tildaron de anticuados, de retrógradas, de insolentes. Llegaron los ataques masivos, los llamados amenazantes. Pero los aguantamos, nos hicimos de coraje y proseguimos en la lucha.
Hoy, a 4 años del paro cardíaco que mató a Tinelli, damos paso al inicio de una nueva etapa. Hemos luchado desorganizados, nos hemos golpeado entre nosotros, pero hemos aprendido. Y ya no somos una minoría que no tiene razón. Hoy, señores, se inicia el Proceso de Desestupidización Nacional, un movimiento que reúne tanto a jóvenes como a ancianos, a hombres y a mujeres. De nosotros depende el cambio. Y la historia nos juzgará por hacerlo o dejarlo morir. Gracias.

Rossen: Bien, señores, ahora el Casi Diputado Corvalán leerá las acciones que se realizarán en los próximos dos meses. Por favor.

Corvalán: Señoras, señores. Desde hoy 31 de mayo, hasta el 31 de julio, la Junta por el Proceso de Desestupidización Nacional, realizará:
1- Una masiva denuncia a todos aquellos programas que afecten la intimidad civil. En caso de que tengan dudas, en Mesa de entradas están la Constitución y un dirigente del Comfer. Podemos decir con orgullo que se esperan más de 13 millones de denuncias.
2- La reapertura por la fuerza de las Bibliotecas Nacionales y Provinciales. Vale agregar que seremos ayudados por numerosos efectivos policiales que se han sumado al Proceso.
3- En caso de que las denuncias sean ignoradas por el Gobierno y las Empresas Televisivas, se efectuará la toma de los 20 canales de aire más vistos en todas las provincias. No se cortará la transmisión pero sí se eliminarán los programas que fueron votados por todo el país como "dañinos para la salud mental".
4- La reapertura de las Universidades Estatales. Finalmente, nuestro más ambicioso proceso se hará realidad. Cansados de que el Gobierno no responda a nuestras quejas, hemos decidido rearmarlas y ponerlas en funcionamiento. Muchas gracias.

Rossen: Bien, muchas gracias Señor Casi Diputado. Ahora, si me permiten, quisiera que se fijaran en esta pantalla a su derecha. En ella, veremos el video de la recuperación...



Cansado de que lucren con su silencio, el hombre entabló una guerra de palabras.

viernes, 30 de marzo de 2007

Del polvo venimos y al cuento vamos...

En el polvo del polvo del polvo, encontré este cuento que escribí hace varios años. No sé si valdrá la pena, pero al menos a mí, que conozco el "contexto de su creación", me movió un par de cuestiones inacabadas. Lo publico así, sin corregirlo ni adornarlo, como fue ideado y escrito.
El poema es de Alfonsina Storni.



De cómo un director puede no saber nada sobre arte

Sos un papelón, le dijo el director del elenco, no te engañes: no servís para esto.

A un enano se le escapó una risa mal contenida, que fue a golpear sin escalas las mejillas de Colondorio. Estaba parado sobre el escenario, vulnerable, a la vista de todos.

Si pensás que no lo has hecho tan mal, porque el amor propio que te tenés supera cualquier espíritu crítico, te pido por favor que evites los círculos artísticos.

El director no había callado: seguía diciendo un abominable discurso cuyo leit motiv era la ineptitud de Colondorio. Un pequeño grupo de payasos lo miraban con ojos perdidos.

Drogados, todos drogados, o al menos así parecen estar…si estos son los círculos artísticos de los que habla este imbécil, es inútil: jamás seré parte de ellos.

La postal era de lo más particular. Un salón de no más de un metro de altura, sin ninguna ventana en sus costados. La iluminación estaba ofrendada por miles de candelabros puestos boca a bajo, y que dejaban caer un peligroso hilo de cera. Había todo tipo de personas, pero sobre todo enanos; agacharse parecía ser un esfuerzo demasiado ajeno para el resto de los actores. Cada tanto, corría por la habitación un perro entrenado, que les gritaba a todos qué hacer o decir.

Pero lo que más llamó la atención de Colondorio, eran las caras: mientras algunos parecían estar en éxtasis, otros dejaban ver una tristeza profundamente incomprensible.

En un principio, Colondorio pensó que quizá le habían colocado algún tipo de pastilla en el vaso de agua. Sencillamente, esta teoría no tenía cabida, y él lo sabía: los maleducados no le habían ofrecido ningún vaso de agua.


Señor, interrumpió, quisiera intentarlo de nuevo. Sabe usted que no es un discurso fácil y estuve nervioso al empezar. Ahora que entiendo su punto de vista, tal vez lo haga mejor.

Estaba convencido de que una vez dentro del elenco haría lo que quisiese. Ya se lo habían dicho: no era más que hacer lo que el director pretendía la primera vez. Después, el papel sería completamente suyo.

Pibe, mirá, no te gastes. Las segundas oportunidades reservalas para el pinpón. Ya te dije: esto es arte, no boludeces. Arte, así con las cuatro letritas esas que para vos no significan nada. Acá hay un montón de enanos barbudos esperando su turno, así que haceme el favor de bajar.

¡Rueden, rueden, rueden!, les ladraba el perro a un par de payasos voluntariosos.

¿Más real? ¿Más absurdo? No comprendo, señor. ¿Cómo lo haría usted?

Algunos lanzaron un grito de sorpresa. Otros, no.

Y sin embargo, el director sonrió. Lentamente se levantó, subió al pequeño escenario, y le espetó a Colondorio que bajara.

Esto es arte, pibe.

Sin más preámbulos, y con una voz que dolía de áspera, y escupiendo vísceras y sangre, comenzó.

Agrio está el mundo,

Inmaturo,

detenido;

sus bosques

florecen puntas de acero;

suben las viejas tumbas

a la superficie;

el agua de los mares

acuna

casas de espanto.

El ambiente amenazaba con encogerse aún más. El director parecía más un brujo que un actor, su tez se había tornado verde, y su cuerpo expelía un olor a tierra tan fuerte, que hacía taparse la nariz. De repente, y mediante un gesto de su índice, hizo elevar a una mujer hacia sí, y la dejó caer con violencia. La sangre que brotó parecía más pesada y pavorosa que las que Colondorio había visto, por lo que casi emitió un grito desesperado cuando ésta se expandió e imitó el oleaje de un mar.

Agrio está el sol

Sobre el mundo,

Ahogado en los vahos

Que de él ascienden,

Inmaturo,

Detenido.

No hubo demasiado tiempo para cubrirse la cara, fue un destello y todo estaba en llamas, los candelabros, el perro, el escenario. ¡Fuego!, dijeron algunos un poco desesperados. La combustión pronto había alcanzado todo el salón, y los payasos empezaban a hornearse.

Agria está la luna

Sobre el mundo;

Verde,

Desteñida;

Caza fantasmas

Con sus patines

Húmedos.

Agrio está el viento

Sobre el mundo;

Alza nubes de insectos muertos.

Se ata, roto,

A las torres,

Se anuda crespones

De llanto;

Pesa sobre los techos.

El caos era generalizado. El piso se había convertido en agua, y los oyentes quedaban aprisionados en esa pileta poca altura. Hubo un payaso que, fuera de sí, subió al escenario y quiso maniatar al director. Y justo en el momento en que estaba por asirlo, surgió frente a él una inmensa torre, que rompió el techo en mil pedazos, dejando el salón bajo el cielo rojo del atardecer. El agua se expandió aún más, y las nubes lejanas se acercaron velozmente para vomitar sus insectos muertos, que al caer clavaban sus aguijones y recobraban la vida. El viento que corría desde hacía un tiempo impedía moverse, provocando torbellinos y remolinos que hacían volar por los aires a algunos cuerpos inertes.

Agrio está el hombre

Sobre el mundo,

Balanceándose

Sobre sus piernas…

El director hizo un breve silencio de tres puntos, y subió a la torre. Desde allí contempló y entendió lo que había suscitado. Espantó a algunos moscardones gigantes que habían renacido, y se apartó de una llama que parecía susurrarle insultos. Miró aterrado a los últimos sobrevivientes, entre ellos Colondorio, que luchaba cuerpo a cuerpo con un extraño animal. Creyó perder la fuerza para continuar, pero pronto comprendió que era imposible no hacerlo. Sintió una arcada violenta en su pecho, y finalmente vomitó:

A sus espaldas,

Todo,

Desierto de piedras;

A su frente,

Todo

Despierto de soles,

Ciego…

Y enturbiado por todo lo que ignoraba poseer, secó una lágrima que bajaba venturosa. Y ya inconciente, sin fuerzas ni motores, vio cómo sus manos se elevaban lentamente en el aire. Quiso evitarlas, girando su cara sobre su cuello, o agachándose en la oscuridad. Y cuando creyó haberlas confundido, notó cómo ya la derecha copiaba a la izquierda, y le arrancaba del cuerpo las pestañas, la córnea, el ojo completo…

miércoles, 21 de febrero de 2007

IV

La novela, el ensayo, el cuento realista:
no implican una manera única y nueva de decir las cosas, todas sus formas se alejan de lo literario, y se asoman al periodismo ficticio. La literatura como imitación de la realidad es mediocridad. Configurarla como forma única es el desafío.
La revolución literaria sólo puede llevarse a cabo si el poeta se revela como una verdadera conciencia crítica, negadora de lo cotidiano, de la represión y lo útil.

lunes, 22 de enero de 2007

Discordancia

Me hartó el hombre de fáciles palabras y el estúpido genio bucólico que nace con él. Me hartó la poesía vanguardista y su innegable lucha contra la corriente. Me hartaron las mujeres pintadas, acicaladas, arremangadas, emperifolladas, hechas de jabón y mentas. Y todo su olor a tiempo malgastado. Me hastié de las conversaciones profundas, sentimentales, insulsas y sulsas o con sabor a vértebras animales, a féretros radicales, a séquitos dispépticos. Me cansaron las minorías y la burguesía dominante y la clase media con sus acartonados sueños bien guardados en bitácoras sin brújulas. Me agobió la distancia de los ojos, la mirada del espejo, el pestañeo inservible o provechoso-rentable-eficiente y sus tarascones de tics nerviosos . Me atosigaron las mayúsculas y su brutal desprecio y su jactancia suficientemente engreída y altanera; y la apatía de las otras, y sus inanes intentos por ser la primera de la oración. Me hartaron las preces y sus fábulas fáculas de soles que no existen. Me agobiaron los términos embrollados en laberintos cientistas y de intelectualidad dudosa, y la ingenua simplicidad de las simples palabras. Me cansó que agobia y hastía no comprometa como harta y atosiga. Y me enervaron e irritaron y aburrieron los libros ambulancia, y los generosos en estupideces, y los que se zampan sólo por su desenlace, y los que terminan siendo guiones de películas de clase m.
Pero más me hartaron los ojos que leen, y que determinan y detractan y reprueban, e idolatran y reverencian, y vomitan en las jetas del esfuerzo y la pereza y la ignorancia.

martes, 28 de noviembre de 2006

Sin Fuego (Divertimento)

No es fácil reducirse a las palabras y los ojos para contar semejantes divertimentos, pero acudiré a ellos, qué más queda. Que me tilden de poco serio quienes así lo deseen. Me niego a hurtarles a los Hombres una historia que sangraron para decirla.

Todos, de alguna u otra manera, sabemos lo difícil que resultaba encender las velas en casa de Segundo. Apenas uno asomaba el intento, lo dejaba traspapelarse entre los brazos, pues allí arremetía una oleada de aire helado que impedía cualquier empresa. Y así perdían la magia las partidas de truco y los cuentos de terror. Es que a nadie le caía del todo bien prender las luces eléctricas en aquellas ocasiones.

El dueño de casa, provisto ya de alguna experiencia en el asunto, adjudicaba la anomalía cósmica, a justamente eso: una triste y simple anomalía del Cosmos. Y cuando se acercaba la fecha, festejaba el cumpleaños en lo de algún buen amigo.

Pero los grandes visitantes que acudían a su puerta negaban todo tipo de simplezas. Allí sucedía algo más, y se les atravesaban por la mente fantasmas de cera y genios mal incinerados. Se acurrucaban horas en los rincones más iluminados- es que no hay mejor escondite para las velas que la misma luz-, y en aquellos lugares le daban vida a la cera. Una vida corta, por cierto, ¡es que siempre surgía desde el misterio la brisa congelada que acogotaba al tímido fuego!

El hecho se convirtió pronto en asunto público, y comenzaron los asedios periodísticos. Y a eso vinieron las llamadas del Gobierno, que usted sabrá señor Segundo que en el Estado no somos amigos de las fantasías, ya comprenderá, así que prenda una maldita vela de una vez y déjese de tonterías.

Pero por más que lo intentaban, nada sucedía. Acudieron inspectores y policías. Médicos y bomberos despedidos. Y ninguno jamás pudo con El Viento.

Hasta que, de entre los del pueblo, le dieron la voz y las ganas de hablar a Uno de Esos. Cansado de tanto fetiche y suspicacia, se encaminó a lo de Segundo. Entró y mientras lo hacía comprendió todo. Fue un instante de algarabía que reprimió para no avivar a algún testigo.

Una a una, y pese a las quejas del dueño de casa, fue rompiendo las lámparas y focos, las luces brillantes y las oscuras. Y así en todos los cuartos. No dejó una sola luz eléctrica con vida.

Y allí ocurrió el prodigio. En presencia de un par de curiosos, encendió un fósforo y lo acercó a la vela.

-¡Milagro!- gritaron al unísono Segundo y Algún Otro. La llama estaba encendida, y flameaba orgullosa. ¡Cómo para no estarlo, si hacía años que no aparecía por esos lados!

Todos se apresuraron a abrazar, a maniatar, a coronar a Uno de Esos. Incluso fue nombrado Ciudadano Ilustre, pero por los mismos amigos. Es que el Gobierno envidiaba de a poco la sigilosa sagacidad del hombre.

Cuando al fin, en alguna de las rondas de mate a las que acostumbraba a asistir, se le preguntó cómo diablos había develado el misterio, sonrió un poco, y ante la incredulidad de los médicos y los bomberos, respondió:

-Es que no conocen al fuego. Con tanta luz eléctrica le había dado la timidez.


Dicen que Uno de Esos no necesitó pagar jamás los focos que, en su afán, había destruido. Segundo ya no los necesitaba. En su casa, la luz de las velas brillaba como en ninguna parte. Brillaba y cegaba los ojos, y no era casualidad.

Había vuelto para quedarse.